Quisiste modelarme como si al igual que mis figuras, mi cuerpo fuera arcilla. Más un noble metal me había ido forjando lentamente. Comenzó un día por los dedos de los pies para acabar llegando hasta mi cuero cabelludo. Ahora, en un día soleado puedo ser de oro, en una tarde gris de plata, en cualquier día normal de bronce y en los días nublados y turbulentos me atrevo a ser de hierro. De entre todos los que invadistéis alguna vez mi cuerpo, me quedo con el bronce, algo compuesto por dos mitades, esa humilde y hermosa aleación. (T.Aguilar).