martes, 23 de marzo de 2010

Caperucita en Manhattan. (Carmen Martín Gaite).

- ¡Oh, soy libre! -exclamaba-. ¡ Libre, libre, libre! Y las lagrimas volvieron a correr por sus mejillas sonrojadas de frío.
- Vamos hija, no llores otra vez -le dijo miss Lunatic -. A ver si me has salido una amiga de merengue.
- De merengue no pero amiga sí. Muy amiga. Ahora no lloraba de pena, era de emoción. Es que nunca ... Es que desde que era pequeña ... No sé, sentirse libre se siente por dentro y no se puede decir ¿Lo entiende?
- Un poco sí -dijo miss Lunatic-. Pero no te pares tanto, anda, que sopla un viento muy frío. En seguida nos sentamos en ese café que te digo y me cuentas todo lo que quieras.
- ¿Todo lo que quiera? - preguntó la niña, incrédula-. Eso es mucho. Y usted tendrá prisa. Otras cosas que hacer.
Miss Lunatic se echó a reir.
- ¿Yo prisa?. No. Y aunque la tuviera. Nunca he encontrado un quehacer más importante que el escuchar historias.
-¡Qué casualidad! -dijo la niña-. A mí me pasa igual.
- Pues entonces tendremos que pedirnos el turno. Se ve que las dos hemos tenido suerte.

Me encontré andando sola camino de la salida entre tanta gente que no conocía, en vez de gozar de lo bonito que es eso, sentirse libre, me fallaron las fuerzas y no se lo que me pasó, me desinflé ... Fué cuando usted se me apareció allí.
-Hablas como si hubieras visto a un santo -dijo miss Lunatic, visiblemente emocionada mientras daba otro sorbo a su cóctel.
- ¡Claro!, exclamó Sara muy excitada-. Es que es eso, eso exactamente fue lo que sentí: que una aparición sobrenatural había bajado en mi ayuda. No se si será porque leo muchos cuentos. Me encontraba muy mal, a punto de desmayarme, me había entrado un miedo que no me dejaba ni respirar, no sé a qué ... un miedo rarísimo, pero muy fuerte ... Ahora que lo pienso, no lo entiendo ...

- ¿No sería miedo a la libertad?- Preguntó miss Lunatic solemnemente.
- Pues sí, seguramente sería eso -dijo tratando de que su voz sonara despreocupada.