jueves, 19 de abril de 2012

AHORA.


Mirando las cosas en la distancia, estas se vuelven más pequeñas, cobran menos importancia y el dolor que en principio sentías da lugar a algo parecido al reposo uniforme de un organismo.

Se van suavizando los recuerdos y entras en el mundo de los detalles bonitos.
Es curioso que hablando la misma lengua no podamos entendernos. Ni tan siquiera cuando me convertí en perro y comencé a enviarte señales sonoras, visuales y olfativas pudimos comprendernos. Quizás porque tú adoptaste la forma de felino. Me miraste con esos ojos grandes y apareció ante nosotros el muro de Berlín y éste no paraba de extenderse. Creció y creció hasta que cientos de kilómetros nos separaron de golpe.
Todas las conversaciones circulares dejaron de girar y se convirtieron en aire haciendo que la respiración volviera a ser pausada.
Ahora vuelvo a contemplar el mundo y simplemente me apetece mirar y no hablar, no decir nada. Mantenerme en silencio.


Entendiendo este como ausencia de sonido.

Y quedarme con todo lo bueno que hemos compartido. (T.Aguilar).