martes, 19 de junio de 2012

Mujer nido.

Cuando se despertó miró hacia abajo y por primera vez en su vida pudo comprobar que tenía patas de pájaro. Unas patas fuertes y robustas diseñadas para correr. Con ellas se dirigió hasta la laguna más cercana. Se asomó tímidamente al agua y observó que tenía plumas y alas, de un color pardo, rayado de negro en la parte superior y blancuzco con sutiles listas oscuras en la parte inferior. Su cabeza era grande y redondeada, con un pico ancho y fuerte y unos llamativos ojos de color amarillo intenso. Hasta ese día no había tenido tiempo de mirarse. Se había pasado la vida intentando ser simplemente un buen ave para los demás. Caminando de un lado a otro, preocupado sólo por la necesidad de buscar alimento. Como mirarse era nuevo para él, continuó ahí, delante del agua contemplándose un buen rato y dedujo que había infrautilizado su cuerpo y sus capacidades. Con esas patas y esas alas podría hacer muchas cosas. Con ellas podría salir a recorrer el mundo pero hasta ahora no había mirado hacia abajo más que para atrapar algún insecto. Sus ojos jamás habían traspasado las fronteras de su cuerpo. De repente decidió replantearse su forma de vivir ... ... se atrevería a hacer lo que siempre quiso, eso que guardaba muy dentro y que tuvo que esconder para no sentirse excluido. Para que los demás no pensaran que era diferente. Decidió ser el mismo porque dedujo que ... ... HICIERA LO QUE HICIERA CON SU VIDA SIEMPRE HABRÍA ALGUIEN QUE QUEDARÍA DEFRAUDADO. (T.Aguilar).