viernes, 1 de febrero de 2013

Volver a la niñez 




A pesar de los años que pasean por mi cuerpo,
sigo siendo una niña.

Lo sé porque aún creo en cosas como piedras
amontonadas guardando un equilibrio perfecto.

Mi niña me espera en  las esquinas y se deja sorprender
por el amor y sigue imaginando historias en las que
un príncipe azul la salva de las garras del monstruo
(llamado crisis en este cuento o … … era un poema?)

Sigue sintiendose pequeña mi niña ante la inmensidad del océano
como la primera vez que vio el mar agarrada de la
mano de su padre.

Y aún cree en utopías como la de  que
el hombre será lo suficientemente inteligente y no
se dejará morir.

En días despejados aún le gusta jugar a tumbarse boca
arriba sobre la hierba húmeda, contemplar el cielo y
 observar qué forma tienen las nubes.

¿A qué venía todo esto?

Ah sí, a que ayer la niña que me habita leyó en un libro de
palabras poemas lo siguiente:

El niño no da más valor al oro que al vidrio  (T. Aguilar).