miércoles, 8 de enero de 2014

Una mujer. 



Una mujer modela barro humildemente. No sabe si su nombre se reflejará en la tarde. Tampoco le importa. Son sus manos las que hablan arañando a la muerte las marcas de la vida. Y traen agua y marfil y herida y ron y cien historias cosidas a una gargantilla y a un zapato.


Una mujer modela barro humildemente y saca de lo informe la belleza desigual de un fragmento, la apariencia de un ser que no será; la vida que permite el barro. Nos acompañará durante el recital hasta que se rompan todos los hilos que sostienen la música de todas las maderas que hacen de escenario; de todos los truenos del día. 


Una mujer, que se sabe ocre y tierra y grieta, se hace poema en silencio, mientras una voz de voces recorre el laberinto de Ariadna, o se imagina un azul en Indochina con veinte barcos de barro que zarpan por un mar que alguien inventa. Y como no tiene horno en el que secar las piezas, todas se plegarán en esta muerte húmeda, ajena a la piedad de la belleza, para volver al barro humilde que una vez fueron (Texto escrito por Lola Crespo).