lunes, 17 de febrero de 2014

En el taller de costura de mi abuela Juanita. 
 



El niño Mario había nacido sin la capacidad del habla. Sin embargo, la naturaleza lo había dotado con un maravilloso talento para la música y los sonidos.
Los primeros que recordaba provenían del exterior. Aún estaba en la barriga de su madre y cada día escuchaba alfileres caer al suelo, agujas, vapor de planchas y cantos de mujeres. Probablemente las costureras que trabajaban para el taller de su abuela Juanita entonaban alguna cancioncilla popular. El flotaba y se entretenía componiendo melodias con todos y cada uno de estos sonidos. 

De pequeño no entendia el concepto de música, ni tan siquiera sabía que lo que le gustaba tanto tenía ese nombre. Fueron años más tarde cuando se dio cuenta de ello y dedicidió que esa sería su gran pasión.

Un día, hojeando un libro leyó lo siguiente ... ... Música: es el arte de organizar sensible y lógicamente una combinación coherente de sonidos y silencios utilizando los principios fundamentales de la melodía, la armonía y el ritmo, mediante la intervención de complejos procesos psico-anímicos.  Le parecio una definición preciosa y se propuso que además de componer  y tocar instrumentos iba a compartir su gran pasión con los demás. Pensó que el fín del arte era suscitar una experiencia estética en el oyente pudiendo así expresar sentimientos, cincunstancias, pensamientos o ideas.

Ultimamente el mundo que habitaba se había convertido en un lugar hostil en el que los hombres apenas se miraban, apenas se tocaban. Mario recordaba el taller de su abuela y el canto de las costureras. Quería que de nuevo la gente cantara en los trabajos y estuviese contenta.

Marchó entonces al campo, le apetecía estar tranquilo para poder componer todas esas melodias cargadas de palabras que luego compartiría con los demás.  
Pasó muchos días y muchas noches jugando con los sonidos hasta que abatido por el cansancio se quedó dormido. Y entonces soñó que estaba rodeado de notas musicales. Todas se habían salido de sus partituras y andaban corriendo de un lado a otro. Entre ellas formaban canciones y Mario no podía rescatarlas para llevarlas al papel. Las perseguía con el propósito de poder alcanzar a alguna pero ellas eran mucho más rápidas. 
Impotente ante tal situación se sentó y se detuvo a leer lo que componían.  Cayó en la cuenta de que quizás querían transmitirle algún mensaje.


La primera estrofa decía ... ... shuuuuuuuu, silencio, escucha.
La segunda estrofa decía ... ... cuando despiertes hablarás. Siempre has tenido esa capacidad pero era tanto tu amor por la música que decidiste expresarte sólo a través de ella. 
Estribillo ... ... shuuuuuuuuuuu, duerme, duerme, duerme, duerme, duerme. 


Antes de despertar pudo escuchar lo que un pequeño búho le gritaba desde lo alto de un árbol  ... ... la música tiene el don de acercar a las personas. El niño que ha vivido en contacto con la música aprende a convivir mejor con los otros, estableciendo una comunicación más armoniosa. No lo olvides nunca y aprovecha esa capacidad que posees en beneficio de otros por el simple placer de dar. Conseguirás que el lugar que habitas vuelva a ser un sitio cargado de alegría y positivismo.

Nada más abrir los ojos intentó emitir un sonido en alto. Era verdad, aunque pareciese un cuento era cierto que podía hablar. Pensó entonces en correr hasta su casa para contárselo a sus padres y hermanos. Todo el camino iba cantando muy fuerte .... .... ¡¡por cuanto hice y por cuanto no dije, no tratéis de encontrar quien era yo. Un obstáculo se alzaba y me detenía muchas veces cuando iba hablar, eran los sonidos. Sólo me entenderéis por mis canciones. Si de verdad queréis conocerme, lo haréis a través de mis canciones !!

LA GENTE AL OIRLO SALÍA A LAS PUERTAS DE LAS CASAS, SE ASOMABAN A LAS VENTANAS Y ... ... ¿SABEIS QUÉ? SONRREÍAN.

(Un cuento escrito para Mario Aguilar de Teresa Aguilar).