jueves, 13 de mayo de 2010

El mundo en una caja.


Casi todo el mundo ha jugado alguna vez en su niñez con una caja de cartón. Esa que era mejor que cualquier regalo que se pudiera comprar con dinero. Yo le abría ventanas y una puerta e imaginaba que era mi casa.

Aún tengo una, una personal en la que guardo todo lo que me gusta.

Mi caja está llena de su sonrisa y también de la tuya y de la de aquel otro.
Mi caja contiene palabras como humildad, honradez, honestidad.
Mi caja rebosa de ganas de seguir aprendiendo.
En mi caja va implícita la frase ... ... sólo se que no se nada.
Es una de esas cajas que contenía algo pagado por el hombre y como ya no servía la desecharon, la tiraron a la basura sin ni siquiera preguntarle si le apetecía quedarse. El ser humano tiene estas cosas. (Disculpémosle pq no sabe lo que hace).

En mi caja no entran los que mienten. Ni las mentiras piadosas. Eso es lo más parecido a faltarle el respeto al otro, a subestimarlo.
En mi caja no valen los cumplidos.
Tampoco las personas que no te ven por dentro, que se quedan fuera, sólo en la superficie.
En mi caja no te quiero a ti porque mientes.
Sin embargo tú si que entrarías. Te dejaría pasar sin que me lo pidieras. Puedes venir cualquier día de estos. Estaré por aquí, sin esperarte.
En mi caja la palabra tiempo no existiría.
Tampoco la prisa.
En mi caja guardo toda la naturaleza sin el hombre. Nos quedaremos sin esta palabra por su culpa.
En mi caja no quiero al que se crea mejor al otro.

Normal y corriente es mi caja, como todas pero quizás más valiosa por lo que contiene. Un día le pregunté si le apetecía quedarse y ella no contestó, se limitó a callar y respetarme. Su silencio me hizo valorarla.

Igual el secreto está en comprar cualquier cosa para luego tirarla y conservar la caja. (T.Aguilar).