lunes, 10 de mayo de 2010

Se que esto queda un poco así en plan folklóricas pero tus palabras son tan bonitas que me he quedado justo sin eso al leerlas (sin palabras). A mí me gusto mucho ser tu profe. Lo pasé genial y fue muy agradable compartir parte de mi tiempo con vosotros. Mis cuentos sólo los escribo a personas que en algún lugar escondido, guardan aún su parte niño/a. (Estoy flipando).




No sólo del fango, no sólo de la arcilla..., tampoco estaba el secreto en los engobes, en los trozos de cristal ni en los brillantes esmaltes. Teresa hacía magia con ellos, con los clavos y cerrojos que le traía con mimo su buen amigo Vicente, con las palabras juguetonas que brotaban de su pensamiento sin permitir que las reglas ni los números hicieran anotaciones absurdas en los márgenes, pero había algo más, algo sencillo para los niños y niñas que aún no soñaban con ser adultos, para los adultos que seguían siendo niños, para los ancianos que después de recorrer el mundo hacia delante y hacia atrás habían descubierto una segunda inocencia bastante parecida a la que perdieron cuando se esfumó su infancia. Sí, el mundo creativo de Teresa era sencillo de entender sólo para una parte de la población del planeta. Los demás admiraban la belleza de sus obras e incluso se emocionaban cuando las contemplaban, pero andar por los senderos de una pieza rozando las minúsculas protuberancias o infinitos matices azules, verdes, rojos, tierras...con que el fuego agradecía su buen hacer o zambullirse en uno de sus poemas o cuentos así, de golpe, como la que se tira de lleno a una taza de chocolate o se sumerge en un estanque turquesa..., eso era otra cosa. Estaba reservado para las personas que volaban más alto que las hadas, para las que andaban en todas direcciones e incluso pateaban los fondos marinos o las nubes , soñaban con los ojos abiertos, cerrados o como les diera la gana, o eran expertas en corazones tiernos y almas sin tiempo acumulado, es decir, más o menos como el corazón y el alma de Teresa (suponiendo que el alma y el corazón fuesen cosas distintas y no un batiburrillo maravilloso que nos conecta con lo esencial y mágico de la vida).
Un día la vi en una foto con alas de ángel y en otra caminaba por la arena de la playa entre sus esculturas. De pronto pensé que Teresa era una escultura con alas y que las esculturas que la miraban cuando ella caminaba eran muchas Teresas que gozaban del mar y que cada una, cada pieza le descubría un aspecto del mundo y de ella misma, por eso disponía de ese mundo interior tan asombroso donde hasta la más insignificante puntilla oxidada alcanzaba una función que sobrepasaba lo estético. Cuando hace un momento he leído su cuento, he sentido estas cosas, pero también me he imaginado el camino que ha seguido esa puntilla desde allá en el campo hasta poner su parte en la pieza, en su mundo y he sentido una ternura profunda por Vicente, porque también él es un mago a su manera, porque también él ayuda en este sortilegio maravilloso mezcla de barro, amistad, arte y mucho, mucho batiburrillo. (TEXTO ESCRITO POR ANTONIA MORENO FERRIZ).


Para ti Teresa, por ser como eres y por poder compartir contigo afecto, humor y creatividad. Un beso.