jueves, 21 de junio de 2012

Eduardo Punset.

  Al reflexionar sobre las emociones negativas se confunde a menudo el desprecio con el miedo. Es el impacto dejado por el desprecio lo que alimenta el miedo, que deja una huella irreparable. La vida carece de sentido cuando el desprecio logra destruir la confianza en sí mismo y la curiosidad por profundizar en el conocimiento y amor de los demás. Experimentos muy recientes han puesto de manifiesto las repercusiones negativas de las palabras malintencionadas, de los insultos, improperios lanzados contra otra persona, de la violencia resultante de la emoción fruto del desprecio. Se ha comprobado que por cada calumnia lanzada contra alguien se requieren cinco cumplidos para compensar el daño infligido. ¿Alguien sigue teniendo alguna duda de la pervensión causada por el desprecio? ¿Se siguen justificando los improperios en el discurso cotidiano, a pesar de lo que está demostrando la ciencia? Aquellos pueblos que para sobrevivir se ven obligados a insultar a otros no encontrarán el tiempo necesario para compensar sus desmanes, alimentando con ello los mecanismos de la violencia colectiva.