miércoles, 5 de septiembre de 2012

DE PROFUNDIS



Es la humildad, es lo único y lo mejor que en mí queda, lo más lejano que he podido alcanzar, el punto de partida de una nueva evolución. Y sólo sabe uno que la posee después de haberlo perdido todo. Soy bastante más individualista que antes. Mi naturaleza busca un nuevo modo de realización personal. Y lo primero que he de hacer es librarme de todo sentimiento de amargura para con el mundo.

El que mucho posee es con frecuencia avaro. El que tiene poco, siempre se halla dispuesto a compartirlo con otro.

Las cosas exteriores de la vida me parecen ahora por completo sin importancia.

Y todo ha de salir de mí mismo. Ni la religión, ni la moral, ni la razón pueden prestarme auxilio.

La moral no puede ayudarme. Soy por esencia antinomista, y formo parte de aquellos para quienes no rezan reglas, sino la excepción. Pero, a la par que comprendo que el mal puede existir en aquello que uno va siendo, y el conocimiento de esta verdad puede ser un gran auxilio. 

La religión no puede venir en mi ayuda. Así como otros creen en lo que no pueden percibir, yo, en cambio, sólo creo en aquello que veo y toco. Mis dioses habitan templos construidos por la mano del hombre, y mi evangelio se cierra y perfecciona dentro de la esfera de la verdad experimental. Cuando pienso en la religión, siento que me gustaría fundar una Orden para los que no pueden creer: se la podría llamar Comunidad de los incrédulos. 

La razón no puede ayudarme. Me dice que aquellas leyes de que fuí víctima son injustas y han sido vulneradas, y que el sistema bajo el cual he sufrido está vulnerado y es injusto. 

Mi tarea consiste, pues, en convertir todo cuanto me ha sucedido en algo beneficioso.(Oscar Wilde).