sábado, 8 de diciembre de 2012

Con sabor a Canela 


Cecile Goldberg tenía tres años cuando fue consciente por primera vez del sonido de un violonchelo. 
Dibujaba un árbol en un papel cuando Catharina Beyeva, la chelista solista de la Orquesta Sinfónica de Lausanne, comenzó a tocar a dúo con su padre, el pianista Albert Goldberg, en el salón de su casa. 
El sonido del violonchelo le hizo reconocer que tenía alma. 
Su alma se conmovió con su sonido. 
Cecile Goldberg descubrió su alma y la música en el mismo momento. Nunca olvidaría ese instante. Nunca abandonaría la música. (José Carlos Carmona).