jueves, 6 de diciembre de 2012

En mi pueblo ... ... 



el día de la fiesta, me gusta que me saquen a bailar los hombres mayores en el concurso de paso doble.  Fotografiar los instrumentos de los miembros de la orquesta porque son preciosos y siempre me llamaron la atención. Me gusta subir al doblado de casa de mi tía y rebuscar en un viejo arcón ropa y otras cosas que huelen a viejo. De pequeña me gustaba quedarme mirando como mi tío sembraba el huerto y verlo cenar algunos trocitos de pan que previamente y antes de que mi tía le trajera la leche hervida él se entretenía en cortar con una navaja de madera. Se llevaban 25 años pero estaban enamorados.
Aunque era una niña recuerdo perfectamente como se miraban. Eso me hizo saber que el amor existe.
Cuando mi tío murió ella le seguía poniendo de cenar aunque él ya no estaba y le contaba como había sido el día. Luego, se acostumbró a su ausencia y dejó de hacerlo.
Algunos podrían argumentar que ella estaba loca pero si eso es locura, a mí me encantaría estarlo algún día.
Me gustaban sus manos. Unas manos muy grandes de un hombre que ha trabajado toda la vida en el campo. Me gusta la naturaleza e ir a pedir perejil a casa de las vecinas. Escuchar historias antiguas los días de tormenta cuando las mujeres se reúnen para tomar café o en las noches de verano se sientan al fresco. Me gusta el color blanco de la cal en las fachadas  y acompañar a los pastores con las cabras (aunque no sea Heidi). Encender la chimenea y simplemente mirar el fuego. (T. Aguilar).